La toma de decisiones por consenso ya se practica alrededor del globo, desde comunidades indígenas en América Latina y grupos de acción directa en Europa hasta cooperativas de agricultura ecológica en Australia. En contraste a la democracia representativa, los participantes toman parte en el proceso de toma de decisiones, de forma continuada y ejerciendo control real sobre sus vidas cotidianas.

Por el contrario que la regla-de-la-mayoría de la democracia, el consenso valora las necesidades y preocupaciones de cada individuo por igual; si una persona no está contenta con una resolución, es la responsabilidad de todos encontrar una nueva solución que es aceptable para todos.

La toma de decisiones por consenso no demanda que ninguna persona acepte el poder de otras sobre si, aunque requiere que todos consideren las necesidades de todos; lo que pierde en eficiencia lo gana diez veces en libertad y responsabilidad.

En lugar de pedir que la gente acepte lideres o encuentre causas comunes homogeneizándose, el proceso de consenso los integra a todos en un todo que trabaja junto, al tiempo que permite a cada cual retener su propia autonomía.